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Consejos para una salud sexual idónea en el adulto mayor

La demanda de atención médica y servicios relacionados con la salud sexual está aumentando, sin embargo, sigue siendo muy infrecuente entre las personas mayores.

Existen todavía demasiados condicionantes sociales y prejuicios que asumen que tener problemas sexuales es normal con la edad o que la actividad sexual no es importante para los mayores, condicionantes que son más frecuentes entre las mujeres y que limitan el conseguir una salud sexual idónea. Además, hay pocos estudios sobre el comportamiento sexual de los adultos mayores y sobre cómo cambian las actividades sexuales con el envejecimiento y la enfermedad.

Existen determinantes sociales y personales que influyen en la actividad sexual, a destacar, entre otros, reglas sociales, el estado civil, el conocimiento sobre sexualidad, autoestima y las actitudes frente a la sexualidad. A todos ellos se le suman otros factores externos como la dependencia funcional o las enfermedades sin poder dejar a un lado los factores psicológicos y las enfermedades psiquiátricas como la depresión, ansiedad y sus tratamientos que pueden afectar a la libido y a la función sexual. También hay factores que empeoran la función sexual y son modificables como el tabaco, el consumo de alcohol y la escasa actividad física. Existe un fuerte vínculo entre una vida sexual satisfactoria, una buena salud y una alta calidad de vida.

Hay pocos estudios que aporten información sobre la actividad sexual en las personas mayores. En estos estudios, la prevalencia de la población mayor de 70 años que permanece sexualmente activa varía entorno al 53% en hombres y 21% en mujeres, y sólo el 26% de las personas entre 75 y 85 años. Lo que todos los estudios tienen en común es que la cifra de personas sexualmente activas disminuye con la edad, siendo menor en las mujeres y muy relacionado con la ausencia de pareja sexual.

Una encuesta realizada a más de 3000 personas mayores en EEUU reveló que la mitad de las personas que se mantenían sexualmente activas presentaban algún problema o molestia en la relación sexual y que sólo el 38% de los varones y el 22% de las mujeres a partir de los 50 años habían hablado de sexualidad con algún médico.

La Fundación americana de enfermedades urológicas clasificó en cuatro grandes grupos la disfunción sexual femenina: trastorno del deseo sexual hipoactivo, trastorno de excitación sexual, trastorno en el orgasmo y trastornos relacionados con dolor (dispareunia, vaginismo). En un estudio en el que se entrevistaron a 749 mujeres, los principales problemas referidos fueron la falta de interés (33.2%) y problemas en la lubricación (21.5%). Existen diferentes terapias para intentar tratar estos problemas como dilatadores para mejorar la dispareunia, lubricantes vaginales y estrógenos tópicos u orales.

En los hombres existe un mayor deseo sexual respecto a las mujeres. Con la edad, se desarrollan una serie de alteraciones fisiológicas como la disminución en la concentración de fibras elásticas y de colágeno del pene, así como una disminución en la sensibilidad de éste, pudiendo producir disfunción eréctil sin que haya otras comorbilidades o enfermedades asociadas, siendo ésta la queja más frecuente referida en los estudios (37%). Sin embargo, también puede ser un marcador precoz de ateroesclerosis, riesgo cardiovascular y patología vascular subclínica. En un estudio australiano de 1580 pacientes la prevalencia de disfunción eréctil fue del 52% en aquellos entre 60 y 69 años hasta el 76% en aquellos mayores de 80 años. Existen diferentes causas de disfunción eréctil a destacar: causas psicógenas, efecto de determinados medicamentos, alteraciones hormonales, neurológicas o vasculares. La patología vascular es la más frecuente (hasta en un 40% de los casos). Existe también un amplio arsenal terapéutico que puede ayudar a mejorar estos problemas: desde el tratamiento psicológico hasta medicación oral como el sildenafilo, terapias autoinyectables en el pene, inyecciones hormonales, dispositivos de constricción en vacío, revascularización arterial, o prótesis de pene. El tratamiento con testosterona ha sido testado en diferentes estudios tanto en hombres como mujeres, con prometedores resultados, aunque todavía insuficientes para hacer un buen balance de riesgo –beneficio, especialmente en las personas con enfermedad cardiovascular.

Existe, por tanto, un alto porcentaje de personas sexualmente activas en edades avanzadas. El conocimiento por parte de los profesionales de la salud, de los hábitos sexuales en este grupo de edad debería ayudar a mejorar la educación y el asesoramiento de los pacientes, así como la capacidad de identificar clínicamente un espectro altamente prevalente de problemas sexuales relacionados con otros aspectos de la salud y potencialmente tratables. Es papel del médico y enfermer  preguntar por dificultades de la intimidad sexual como parte de la entrevista clínica rutinaria.

Hay que evitar que persistan las barreras relacionadas con la edad a la hora de buscar información y tratamiento para los problemas de salud sexual en los adultos mayores.

 

By: Dra. Paula Aldama Marín
Residente del Servicio de Geriatría.
Hospital General Universitario Gregorio Marañón, Madrid.
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